De Gigantes y Molinos en Fisioterapia

En la sociedad posmoderna, existe una manera en la que se articulan las relaciones de poder y los hechos sociales, también en el caso de la terapéutica y que no ha sido en nuestro caso lo suficientemente reflexionado y tiene que ver con el lenguaje, con la manera que en que se nutren y articulan los consensos básicos entre profesionales y pacientes en las materias de salud y distintas alternativas terapéuticas.
El objetivo de esta reflexión, basándonos en la teoría de los marcos (Goffmann) tiene por razón de ser señalar cuáles son los encuadres básicos en los que se sitúa la discusión de las alternativas terapéuticas y las relaciones entre salud y enfermedad. En otras palabras, hablaremos aquí de la retórica en la que se expresan los marcos de salud y enfermedad, partiendo de la base de que el éxito o fracaso social de un marco terapéutico deviene de cómo se discuten las alternativas terapéuticas.

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El mito griego de Ícaro es un buen punto de partida para señalar los dos tipos de retórica que han marcado desde antiguo la comprensión de los hechos sociales. Por un lado, está la perspectiva ambiciosa, la que marca las grandes pretensiones: en terapéutica, es necesario volar alto, hay que ir más allá de lo sintomático y explorar las causas profundas de los problemas de los pacientes para encontrar una solución. No obstante , si se vuela demasiado alto, es sabido, el sol puede derretir las alas. Los sabios más taciturnos y pesimistas recuerdan que, en no pocas ocasiones, las teorías totales, también en lo referente a la salud y la enfermedad, pueden llevar a la inevitable caída, lo que nos abocaría a la resignación de volar bajo: los pacientes también van mejorando parcheando sus problemas con soluciones sintomáticas a sus problemas, en muchos casos, sin realizar grandes intervenciones ni pensar demasiado y con resultados aceptables.

Volar demasiado alto o volar demasiado bajo. Como nos recuerda Lapuente, he aquí el dilema final al que se enfrenta en última instancia cualquier persona a la hora de afrontar un problema complejo, por supuesto, también los relacionados con la salud y enfermedad de los pacientes. Volar alto, buscar teorías o marcos totales de la salud y la enfermedad. Volar bajo, buscar remedios sintomáticos para las diferentes aflicciones orgánicas del ser humano.

Volar alto, es la pretensión de la retórica de algunos marcos terapéuticos totales que orbitan en torno a nuestra disciplina, como es el caso de los postulados clásicos de la Osteopatía, la Quiropraxia, los postulados de la MTCh, la kinesiología holística; los enfoques profundamente fundamentados en la evidencia científica de la PNI, o de diversos enfoques nutricionales de ambiciosas pretensiones. De la misma manera, podemos engoblar aquí las teorías integrativas maximalistas mente-cuerpo, en donde lo emocional y lo tisular están plenamente relacionados de una manera  sincrónica y perfectamente predecible e identificable sólo por el fisioterapeuta gozosamente tocado por el fuego prometeico de un episteme verdaderamente holístico, que le permite en exclusiva a él, no sólo entre todos los profesionales de la salud, sino entre la totalidad de los seres sintientes, conocer los misteriosos arcanos de estas complejas relaciones. Volar bajo, por otra parte, sería resignarse a tratar sólo lo sintomático, renunciando a explorar o tratar de indagar en las causas últimas de los problemas de los pacientes: volar bajo es limitarse a pautar un ultrasonido en una articulación inflamada; masoterapia porque sí allí donde palpamos una contractura o la pauta médica de unas estatinas sin otro criterio educacional para reducir un nivel de colesterol alto evidenciado en la analítica de un paciente.

Sin embargo, entre volar alto y volar bajo existe también un alternativa y es la enseñanza última del mito griego: Dédalo, padre de Ícaro y constructor de las alas que permitieron a su hijo volar, nos recuerda que sus consejos pasaban por supuesto por volar no demasiado alto, para evitar que las alas se derritieran con el sol, pero tampoco demasiado bajo, para evitar que se estropeasen con la espuma de las olas. En otras palabras, su recomendación pasaba por una ambición no exenta de realismo, por un camino sin  espectacularidad y fuegos de artificio  pero que tampoco renuncie a pretensiones de cambio efectivo. Es el camino del realismo y el pragmatismo, el camino de la moderación. El camino del vuelo intermedio, humilde y sin pretensiones de máximos, que no anhela  las grandes perspectivas, pero permite un vuelo constante, que no se quema con el sol ni se enfanga en el charco.
La dialéctica entre estas dos retóricas que constituyen ambos marcos, la ambición de volar alto, el de las teorías totales y este camino intermedio, el del pragmatismo, lejos de ser novedosa es tan antigua como la historia del pensamiento y pueden ver hoy en día cómo se siguen batiendo en duelo en ámbitos tan dispares como la ciencia, el arte, la filosofía, la economía o la política. 

Isaiah Berlin ilustra esta comparativa de retóricas para aproximarse a cualquier hecho sociales (y la salud y la enfermedad naturalmente es uno de ellos) en su ensayo El erizo y el zorro (1953) El erizo simboliza el vuelo alto; la suya es siempre una retórica maximalista, reduce los hechos sociales a una Idea (y también, por supuesto, a un idealismo ) y siempre presenta una perspectiva de solución radical: es necesario conocer las raíces últimas de los problemas, indagar las causas últimas para plantear soluciones. El zorro, en cambio, entiende que la realidad está marcada por el principio de complejidad; el zorro es pragmático, sabe que en la mayoría de los casos, no sólo no es posible determinar las causas últimas de los problemas, sino que además, plantear intervenciones profundas en los sistemas donde opera, esencialmente complejos, acaba produciendo una miríada de efectos que no se pueden controlar (algunos de ellos incluso adversos) pues aunque sobre el papel las causas puedan ser determinadas, en la práctica, el indeterminismo propio de los sistemas complejos acaba imponiendo su ley de hierro.

El erizo es el paladín de las grandes soluciones, las grandes propuestas, de las grandes transformaciones; el zorro es el paladín de la intervención pequeña: opera sobre los sistemas complejos de manera oblicua, planteado pequeñas intervenciones que, por incrementalismo, pueden acabar con el tiempo produciendo cambios más o menos estables. Ejemplos de erizos influyentes a lo largo de la historia son Platón, Dante, Newton, Beethoven, Nietzsche, Proust, Hegel (sin duda el mayor exponente de erizo en filosofía), Marx, Mao, Chávez, Hayek o Thatcher. Ejemplos de zorros serían Aristóteles, Cicerón, ErasmoSpinoza, Shakespeare, Mozart, Adenauer, Hussein de Jordania, Churchill, por supuesto Montaigne o el último Wittgenstein. Ejemplos de erizos maravillosos en la terapéutica física los podemos encontrar en gigantes como Still, Bobath, Souchard o Moseley; zorros ilustres serían Brian Mulligan, Louis Gifford, Nora Kern, Jenny McConnell o Gwen Jull, mientras que personajes de la talla de Geoff Maitland, James CyriaxRobin McKenzie (y Stephen May) o Shirley Sahrmann tendrían características mixtas de erizo y zorro.

En nuestra tradición literaria existe también un par de figuras arquetípicas que expresan perfectamente esta oposición de retóricas que marcan los marcos mentales de referencia a la hora de enfrentarse a problemas complejos : hablo de El Quijote y Sancho Panza, erizo y zorro por excelencia, personajes universales e inolvidables de Cervantes, que son los que voy a utilizar en esta reflexión para ejemplificar estas dos retóricas en fisioterapia.

El quijotismo en terapéutica sería esa retórica maximalista de las teorías totales de salud y enfermedad, la retórica de la búsqueda última de las causas de los problemas, la retórica que busca una explicación total de las relaciones entre los ámbitos físico, espiritual y mental: es la retórica de la lucha contra los Gigantes, porque sólo estas pretensiones tienen cabida en la bacía del buen loco : la retórica del quijotista en fisioterapia y el marco que imprime son esencialmente platónicos y hasta cierto punto románticos y se basan siempre en comparar la situación del estado de salud/enfermedad del paciente con su alternativa ideal para precisamente adecuar al paciente a él y por tanto, las soluciones siempre deben ir encaminadas bajo estos principios de máximos, que siguen una lógica coherente y racional, naturalmente, la del ideal terapéutico del marco total que imprime. La retórica del quijotista no es otra que la retórica del chamán y no me refiero solamente por chamán a aquel que abandera la pseudociencia, porque por supuesto también existe chamanismo defendiendo ideales ortodoxamente científicos en fisioterapia.

Por el contrario, la retórica del pancista en fisioterapia emerge del suelo, desde abajo, de la realidad, de los datos empíricos, de la experiencia del día a día en el quehacer terapéutico. La retórica del pancista en fisioterapia tiene la textura de la cruda grupa del pollino del fiel escudero, la del realismo, la retórica poco brillante y ruda que sabe que existen limitaciones, que ha aprehendido la complejidad de lo real . El pancista en fisioterapia no pretende matar Gigantes desaforados que no piden cargas de caballería, en palabras de Bustos, sino aceñas que exigen el buen oficio de molinero. El pancista en fisioterapia, aristotélico, conoce muy bien las teorías totales, pero en vez de hacer como el quijotista o chamán, comparar las presentaciones clínicas del paciente con respecto al estado ideal de las cosas, compara las presentaciones clínicas del paciente con respecto a alternativas factibles y pone al paciente en el centro para adecuar estas alternativas a él. Su objetivo es empírico, la búsqueda de soluciones prácticas. Su intervención terapéutica, al contrario que la del quijotista chamánico no obedece al seguimiento de un plan ideal, sino que es fruto de la experimentación.

Un fisioterapeuta es quijotista cuando busca el alivio de todos los dolores en la estricta corrección ortopostural estática y dinámica del paciente siguiendo el plan ideal de las tablas de alineación perfecta. Este ejemplo vale también para el ámbito del rendimiento. Nos empecinamos en que el paciente realice una semisentadilla monopodal perfecta sin atisbo de valgo de rodilla pautando por ejemplo trabajo de estabilizadores de cadera desde una perspectiva homeostática siguiendo nuestro ideal y nos frustramos (el paciente el primero) cuando pasado el tiempo, no vemos el fruto de nuestra actuación. El paciente no lo va a conseguir jamás porque no hemos considerado lo obvio para el pancista, más pragmático y pegado al suelo, que sabe que un buena alineación de las estructuras es importante para ejecutar un buen movimiento, pero que también existen imponderables estructurales o relacionales que nos alejan en muchas ocasiones de la norma ideal. Así, este deportista en concreto jamás podrá corregir cierto nivel de valgo en flexión porque presenta unos fémures excesivamente largos en relación a la longitud de sus tibias y la ley de la gravedad está ahí siempre para imponerse, tozuda, sobre nuestros ideales. La perspectiva del pancista es alostática, compara las presentaciones clínicas no con el ideal sino con la mejor alternativa posible y las adecúa al paciente.

Un fisioterapeuta es quijotista cuando busca el alivio o supresión de todos los dolores persistente solamente en sesiones de pedagogía basada en la neurobiología del dolor y obvia la perspectiva pancista, realista, que se basa en una aproximación oblicua, mucho más indirecta a la complejidad: el pancista sabe que pueden existir inputs nociceptivos presentes en el paciente que no han sido debidamente abordados por el chamán quijotista, o que quizá el paciente tiene un sistema de creencias con respecto a su dolor y la enfermedad que está tan cristalizado que, sencillamente nuestra intervención pedagógica choca contra el núcleo de su propio sistema de creencias. ¿Quién soy yo, se pregunta el pancista, para obligar a un adulto libre a cambiar las bases de lo más profundo de su personalidad si él no quiere? La pedagogía es útil, muy útil, pero habrá que aplicarla cuando sea conveniente y como sea conveniente, en no pocos casos de manera oblicua y flexible, adaptándose a la realidad del paciente.

Es quijotismo chamánico la subordinación ciega de la praxis de fisioterapia a la evidencia científica, ya no digamos a las proferencias de determinados expertos o gurús, de manera inflexible, sin considerar elementos elementales de pensamiento crítico a la hora de saber leer un estudio científico o un discurso y comprender sus limitaciones, como también es quijotista la pretensión del fisioterapeuta de desdeñar la evidencia científica basándolo todo en la evidencia clínica y en la falacia del “a mí me funciona”. El buen pancista muele con paciencia y criterio el grano y sabe leer críticamente y extrapolar de manera consolidada los hallazgos de la evidencia científica y la opinión de los expertos, adecuándolos de manera realista y racional a su práctica clínica, cuidándose a la vez de caer en un empirismo negacionista de toda evidencia que está fundamentado en el sesgo de confirmación de ver solamente aquellos Gigantes que me interesa ver.

Al estar referenciadas a una Idea de máximos, las tesis del quijotista en fisioterapia abocan la actitud del profesional hacia la confrontación de Ideas. Es quijotismo en fisioterapia la «lucha» entre métodos, marcas o autores. La retórica del pancista, al no estar referenciada por las Grandes Ideas, sino por los resultados prácticos de medidas pequeñas y muy concretas, suele ser refractaria a la confrontación. No interesa tanto la batalla de las Ideas por saber cuál dogma o principio general de un método es mejor que otro,  sino el consenso sobre si ésta medida o abordaje concreto de este método es eficaz o no para una determinada condición que afecta a mi paciente. El pancista es escéptico y ecléctico: es útil aquella medida concreta y pequeña (no un principio general o dogma) de un método que le pueda funcionar en cada momento para resolver el caso de un paciente, siempre dentro de un criterio racional y de mínimos éticos y científicos. Es ésta también, por cierto, una actitud opuesta al «todo vale»: el Relativismo no deja de ser una Idea de Máximos; por su propia naturaliza escéptica, el pancista huye como de la peste también de esa posición intelectual y sólo toma como válido aquello (medidas pequeñas, concretas) que por experimentación crítica y exploración incremental deviene eficaz de manera objetiva. Evidentemente, para el pancista, no todo vale.

Un fisioterapeuta se calza el yelmo para luchar contra Gigantes cuando le dice al paciente que su dolor de rodillas está influenciado por una emoción presente, por ejemplo, el miedo, porque así lo dicen unas ideales tablas de equivalencia. El pancista sabe perfectamente que lo que tiene delante no es un gigante sino un simple molino: todos los pacientes, en realidad todos los seres humanos, tienen miedos presentes y constante y evidentemente correlación no implica necesariamente causalidad. ¿Qué paciente, quién de nosotros en verdad no tiene algún miedo presente o algún trauma pasado, más o menos doloroso, con respecto a trabajo, relaciones de apego parterno-filiares o relacionales? El pancista comprende cómo funciona el molino y el grano: sabe que la realidad del paciente es psico-bio-social, comprende perfectamente cómo la esfera emocional o relacional puede influir de manera determinante en muchos casos en la condición del paciente, pero precisamente por ello sabe que está determinada por la complejidad y en última instancia, es honesto con la imagen que le devuelve el espejo y conoce los límites de su propia acción terapéutica. Sabe que el quijotista, el chamán, sigue en realidad instaurado en ese dualismo ideal: del alma-cuerpo de Descartes, al mente-cuerpo de Sherrington, al cerebro-cuerpo damasiano o a la emoción-cuerpo tan posmoderna, todo sigue siendo dualismo. El pancista es heredero de la tradición monista, sabe que todo es en realidad productos (estímulos, procesamiento, respuestas) que se predican de organismo. Es realista con sus aproximaciones y trata de plantear pequeñas soluciones oblicuas realistas, pragmáticas, centradas y guiadas por los resultados.

Es quijotista la pretensión de que mi paciente mejora sólo por mi actuación. Es pancista la observación y reconocimiento humilde de que muchos cuadros clínicos mejoran por respuesta placebo (que es inevitable en toda acción terapéutica), evolución según la historia natural o simple regresión a la media.

 

RETÓRICA QUIJOTISTA RETÓRICA PANCISTA
¿Cómo es la realidad clínica? Controlable Influenciable
Procedencia Arriba, Gurú, Método, Ideal Suelo, abajo, realidad
Motor Razón, seguimiento del dogma. Colisión de las presentaciones clínicas con el Ideal: se impone el Ideal. Experiencia. Colisión de las presentaciones clínicas con la mejor alternativa posible: se imponen las necesidades del paciente.
Objetivo Coherencia lógica con el Ideal o el Método. Resultados prácticos
Mentalidad Cerrada. Fiel a las Ideas, el Método y los Gurús. Abierta, ecléctica y escéptica.
Resultado de la acción terapéutica La mejor solución Las “soluciones” menos malas
Perspectiva biológica del plan terapéutico.  Homeostática. «Búsqueda del Equilibrio«  Alostática.
Guía Plan Global marcado por el Método. Exploración incremental flexible
Penetración del fisioterapeuta en las presentaciones clínicas Radical, vertical, profunda, siempre centrada en la raíz Oblicua, indirecta, superficial, siempre centrada en resultados.
Virtud Ambición – Cree en las Grandes Respuestas Humildad – Cree en las Grandes Preguntas
Responsabilidad del fisioterapeuta en la solución del problema del paciente Primera, sobre todo cuando el paciente mejora. Depende del caso. Casi siempre intermedia y a veces, última. Papel relevante para el paciente.
Espíritu crítico Confrontación de Ideas y Métodos Consenso. No interesa tanto un Método o un Principio General, como la exploración de medidas pequeñas y concretas que se demuestren útiles en cada caso.
Dirección de las ideas Sentido único: de arriba (fisioterapeuta) hacia abajo (paciente) Doble sentido: de arriba hacia abajo y viceversa
Medidas terapéuticas Maximalistas, grandes, orientadas a la búsqueda de las Grandes Causas, Correcciones o seguimiento a los Principios del Método. Pequeñas. Incrementalismo de medidas concretas para consolidar cambios relevantes.
Textos Sagrados Evidencia científica, libros, seminarios o papers de Gurús. Misiones, motivaciones y sobre todo, evaluación de los resultados
Si fuera música… El fisioterapeuta compone la partitura y toca los instrumentos. El paciente baila la música presentada. El fisioterapeuta compone la partitura y el paciente toca los instrumentos…y a veces improvisa.

Tabla. Retóricas Quijotistas y Pancistas en Fisioterapia. (Adaptado de Lapuente)

Un fisioterapeuta se chamaniza y ve Gigantes cuando delante de un paciente con dolor en una pierna lo relaciona todo siempre y en todo momento de manera directa con un problema alimentario o nutricional. El pancista, sabe que cualquier Gran Respuesta en fisioterapia tiene un tufo indudable de locura e iluminación quijotista, que lo lanza heroico a batirse contra Gigantes de viento. Gigantes y chamánicas son las ideas que relacionan todos los problemas de salud y los pacientes en una interconexión perfecta, entendiendo no sólo las relaciones intersegmentarias del cuerpo físico, sino también de la esfera emocional o espiritual del sujeto como una suerte de concatenación limpia y lineal de piezas de dominó: basta derrumbar una, que a la sazón es la causa primera (tan platónica) para que en una mágica secuencia el paciente corrija todas sus disfunciones. El pancista es aristotélico: basa su aproximación terapéutica en el diálogo con la naturaleza. El pancista no mata Gigantes, sabe que no existen las Grandes Respuestas, sino que más bien cavila y trabaja con humildad en el molino de las Grandes Preguntas: sabe que existe un principio de opacidad causal en muchas de las condiciones de salud de sus pacientes.

Desde el molino se sabe que no siempre es posible determinar la causa última y la intervención terapéutica, más allá de estar guiada por el análisis discursivo de la causa, debe estar guiada por la búsqueda de resultados. El pancista sabe que, por ejemplo, no es posible hallar en muchos casos alguna estructura causa última del dolor lumbar o cervical de los pacientes, sino que la aproximación debe ser indirecta, basada en la respuesta del sujeto a las distintos inputs o estrategias de carga activas o pasivas, así como conductuales o relacionales a las que progresivamente va exponiendo a los pacientes.

Diálogo realista y constante con la naturaleza, el oficio de molinero es el resultado siempre de la exploración basada en resultados mucho más que en el seguimiento de un ideal platónico en el cual hay que encuadrar al paciente, el del Método, lo que dice el artículo científico o el seminario del Gurú.

CONCLUSIÓN

El marco de referencia que establece los consensos básicos en la terapéutica está determinados en gran parte por la retórica que emplean los distintos profesionales.
Existe un marco chamánico, el quijotista, basado en la búsqueda de grandes causas, las soluciones globales o totales y los ambiciosos planes terapeúticos, pseudocientíficos, pero también ortodoxamente científicos. El quijotista desprecia profundamente la aproximación meramente sintomática a los problemas del paciente y su praxis se basa en comparar siempre las presentaciones clínicas del paciente con el ideal (científico y pseudocientífico) para intentar aproximar aquéllas a éste. El marco de referencia quijotista es hoy por hoy el hegemónico en nuestra profesión en un sentido gramsciano y suele tener un amplísimo arraigo en los fisioterapeutas y pacientes y el mercado está jalonado de yelmos y espadas diseñados para matar Gigantes basados en las Teorías Totales, Métodos o Tecnologías sanitarias vanguardistas que prometen una comprensión profunda y sobre todo integral de las condiciones de salud avaladas por resultados espectaculares, que necesariamente serán profundos, integrales y transformadores. Es el marco de referencia que se ha impuesto en nuestra profesión e impone la lógica de los consensos en buena parte del cuerpo profesional, así como también arraiga y configura las creencias sociales sobre salud y enfermedad en la sociedad posmoderna.

Sin embargo, la alternativa al chamanismo científico y pseudocientífico del erizo en fisioterapia no es la aproximación sintomática que desprecia el quijotismo. Ahí está la solución que Dédalo planteaba en el mito: entre el vuelo alto y frugal que quema las alas de Ícaro y el vuelo bajo corto que las empapa existe otra retórica, el marco de referencia que propone el pancismo, el del zorro explorador, basado en soluciones realistas y pragmáticas, que asume la complejidad psico-bio-social del paciente para afrontarla de manera oblicua, indirecta y plantear aproximaciones pequeñas, menos ambiciosas es del vuelo intermedio pero constante: no se trata de confrontar las presentaciones clínicas del paciente con el ideal tanto como con la mejor solución posible para cada paciente, basadas en la respuesta empírica y centrada en una concatenación de pequeñas soluciones que, por incrementalismo, acaben deviniendo en cambios más o menos sustanciales y relevantes en la condición del paciente.

Ciertamente, en la realidad del día a día es difícil salvo excepciones encontrar cuadros puros de zorros o erizos: de alguna manera, todos tenemos componentes de uno y otro perfil. Sin embargo esta pequeña reflexión, como no puede ser de otra manera, pretende ser un modesto elogio del pancismo como postura intelectual dominante, por un lado frente al chamanismo quijotista de alto vuelo, tan de moda en fisioterapia, y por otro, frente a la labor meramente técnica, que no clínica, del fisioterapeuta sintomático de vuelo bajo.
Les invito a sustraerse de la fascinación terapéutica y romántica del quijotismo en fisioterapia y en un momento de lucidez, reivindiquemos el acto de  aproximarnos a la realidad clínica de nuestros pacientes subidos no a un flamante caballo de rígidas alas de cera como las púas del erizo, sino a la grupa de un sencillo asno como hacía el fiel escudero Sancho, astuto como un zorro.

Un camino de moderación y humildad que naturalmente se aleja del tratamiento puramente sintomático que revela un pensamiento de vuelo raso, plano e irreflexivo, pero que también se cuida mucho de evitar los excesos los altos vuelos de las modas de las Grandes Soluciones, el maximalismo terapéutico, la identificación con las Grandes Ideas Terapéuticas, el seguimiento ciego a los ideales pseudocientíficos, pero también de los del cienticifismo mal comprendido para aproximarnos con prudencia y responsabilidad a la Ínsula de Barataria de la complejidad de cada paciente.

Seamos realistas, exijamos sólo lo posible. ¡A los molinos, señores!

BIBLOGRAFÍA
1. Goffman E. “Marcos de Referencia”. Madrid: CIS, 2006
2. Lapuente V “El retorno de los Chamanes”. Madrid: Ed Península, 2015
3. Bustos J, “La Granja Humana: Fábulas para el siglo XXI”. Barcelona. Ariel, 2015
4. Gould J. “Érase una vez el zorro y el erizo”. Barcelona: Planeta, 2010.
5. Cervantes, M. “Don Quijote de la Mancha”. Barcelona: Destino, 2000

Imagen: Molinos de Consuegra (Toledo, España) -Google.

18 pensamientos en “De Gigantes y Molinos en Fisioterapia

  1. Más allá de profundas desaveniencias con el artículo (sobre todo frente al concepto quijotesco, en especial la categorización de la tabla, y en general la comparación, que no deja de ser una idealización más o menos alejada de la realidad), me parece la tuya una reflexión lúcida y divertida, enriquecedora y que me lleva a aplaudirte, compañero. Por suerte, todos somos necesarios y bebemos los unos de los otros.

    • Estimado Enrique, muchas gracias por su comentario. Estaría encantado de que desarrolle, si usted quiere, todas las profundas desavenencias que usted presenta con este artículo, para enriquecimiento de todos, en especial del autor.

      Un saludo cordial

  2. «Al morir don Quijote, quedaron sus parientes y amigos, entre ellos Sancho y el bachiller Sansón Carrasco, su sobrina Antonia y el ama Quiteria, en el mayor desconsuelo y desconcierto. La muerte del caballero trajo a todos transformaciones asombrosas: aprendió a leer Sancho, que leyó su propia historia y la de don Quijote en los libros que publicó Cervantes, colgó sus hábitos el bachiller y se enamoró Antonia de él, llevando en su vientre al hijo de otro, y la vida en su aldea se estrechó tanto para los cuatro, que decidieron partir a las Indias, buscando fortuna y poner un poco de espacio al desamparo en que les dejó a todos la muerte de don Quijote…»

    Que no puedo elegir entre Don Quijote y Sancho Panza… Yo también pienso que uno bebe del otro… Aún así, me ha gustado mucho tu reflexión, y me has presentado algunos terapeutas físicos que desconozco. Me toca estudiarlos.

    Muchas gracias. Un saludo

  3. Pingback: Ulisesen odisea | Fisteus

  4. Coincido con Goreti y Enrique, tanto en la belleza formal y profundidad de tu artículo, como en el desacuerdo de fondo con con la manera en que caracterizas al Don Quijote y al Sancho Panza de la fisioterapia. No entiendo que uno sea peor que otro, son dos caminos válidos, espero, con un destino común.
    Intuyo, aun percibiendo tu intento de hacer un análisis imparcial y objetivo, que es una mirada propia de quien se sitúa en el lado de los Pancistas. Esto, te incapacita por un lado a ver ciertos errores y desvaríos de tu postura polarizada y por supuesto te inclina a observarlos solo en la posición contraria.
    Todas tus apreciaciones sobre el Quijote, rezuman querencia por verlo extremo, preso de todos sus excesos, sin embargo a Sancho lo muestras liberado y evolucionado (entiendo que ahí describes esa parte sana que valoro en ti) pero no lo dudes, podríamos hacer la misma lista con una intención y resultado opuesto, un Sancho Panza que no puede ni moverse y un Quijote con la gracia de quien desde el contacto con la realidad, sigue solo a su instinto, sin necesidad de Dogmas ( «conocimiento establecido hoy» que no es lo mismo que realidad) Gurús (artículos científicos) y con paso libre y desde sus propios pies (sin poder poder mover un pie, si no está validado)
    Olvidas además, que entre el cielo y el suelo hay algo….. Un lugar sin nombre, que desde su buen apoyo en los pies, se eleva hasta alcanzar las más altas cotas del cielo.
    Ni mucho menos me atribuyo ese lugar, pero si la noción de su existencia y por supuesto el afán constante en su búsqueda. Es por eso que te leo, creo que con dolor me llevas por buen camino.
    Si tus pies te dejan crecer y elevarte y mis alas anclarme al suelo, quizás nos encontraremos en el camino.
    Un saludo

  5. Estimado Sr Junquera,

    Evidentemente, los arquetipos de Sancho y Quijote son eso, arquetipos. Eso también lo reflejo en la entrada, naturalmente no hay cuadros puros, pero desde un punto de vista simbólico es interesante presentarlos aisladamente.

    Por alusiones a mi persona, le puedo decir que la mía es una evolución que partió desde posiciones quijotistas en FT, hacia posiciones más pancistas. Eso no se lo niego, pero en cualquier caso cuando hablo de quijotismo de fisioterapia, sé muy bien lo que hablo, y como también digo en la entrada, el quijotismo no sólo es abrazar posiciones extremas en el lado de la pseudociencia, sino también del cientifismo militante. De todo hay.

    Qué es mejor o qué es peor, es algo que dejo a conclusión del lector. Las retóricas del erizo y del zorro explorador son tan viejas como el mundo. Evidentemente, Sancho es el arquetipo que sin alardes fue capaz de gobernar armónicamente la ínsula de Barataria.
    Por otra parte, si no existiera el Quijote, probablemente nunca sabríamos nada de Sancho…

    El lugar sin nombre del que usted habla es ése, Barataria. La resolución armónica y honesta del problema del paciente.
    La honestidad, Sr Junquera, la honestidad intelectual para con el enfermo, es un compromiso irrenunciable del clínico, pues nuestra praxis sólo tiene sentido desde la perspectiva ética y es la que fundamenta la deontología de nuestra profesión.

    La retórica quijotista nos anima a volar; la pancista señala el camino de las alas de Ícaro que permiten volar y no cegar los ojos (y los egos) y derretirse con el sol, pero que además lo hacen con suficiente altura para no empaparse con la espuma de las olas…. la retórica quijotista, la del erizo, nos da el ímpetu para seguir volando y explorando… la del zorro explorador, para hacerlo con sabiduría…Ésa es la lección de Dédalo y ahí al menos es donde yo creo está el camino…

    En la espera de encontrarnos algún día en él, reciba un cordial saludo y gracias por el comentario y su tiempo.

    • Eduardo.
      Me siento sinceramente mucho más cercano al tono y fondo que percibo en tu respuesta a mi comentario, que en el del texto.
      Coincido sobretodo en la visión de la honestidad, haga lo que uno haga, como principal valor al encarar al paciente y la relación de ayuda que con el establecemos.
      Entiendo así, que sitúas en lo pancista a todo aquel que encuentra la honestidad y un cierto tipo de equilibrio, y en lo quijotesco, lo extraviado y falto de contacto.
      Es decir, tendríamos por un lado a la ciencia con su vertiente patológica en lo cientificista y por otro a la experiencia con su crédula religiosidad.
      Si es así, si tu planteamiento posibilita la honestidad en ambas posiciones, podemos estar de acuerdo.
      Creo de cualquier manera, que estamos ya más cerca.
      Gracias también a ti por tu respuesta.
      Un saludo

  6. Hola,

    Señor Junquera: no veo error alguno ni desvarío; si usted así lo considera, qué menos que tratar de fundamentarlo con algo más que no sean meros trucos de ilusionista del lenguaje, acompañado de afectación con ínfulas poéticas. Podrá surtir efecto en otros lugares, pero no en esta casa, compañero.

    Lo que Eduardo nos presenta, de forma magistral bajo mi óptica, es un recorrido por una serie de confrontaciones, poniendo el foco especialmente en dos ilustres personajes antagónicos, disfrazándolos de fisioterapia – o de fisioterapeutas – e invitándonos a la reflexión sobre el antagonismo propio que efectivamente existe en la profesión. Es, de nuevo, una invitación a pensar, no un decantarse hacia lo bueno o hacia lo malo.

    Confío que se aplique usted ese valor de la honestidad con el que coincide, o que recapacite tal y como termina haciendo nuestro querido Quijote, aunque en su caso desearía que se produzca mucho antes de llegar a su lecho.

    Saludos.

    • Pablo.
      Tu tono despectivo no merece simplemente mi respuesta. Podría hacer un esfuerzo en buscar como otras veces un lugar común en el que ambos podamos coexistir, pero me has demostrado en varias ocasiones, sobradamente y aquí vuelves a hacerlo, que no tienes la más mínima intención.
      Una única cosa, esta no es tu casa y será su dueño, si así lo considera, quien me devuelva si mis palabras tienen o no un efecto en el y más aún, si quiere o no, tenerlas en su casa.
      Un saludo

      • Buenas a todos.
        No creo en mi humilde opinión haya falta de educación en las palabras de Pablo, Íñigo.
        Sobre si las palabras son bienvenidas en esta casa: como puede leer en las normas del Blog, lo que es precisamente bienvenido en este espacio de reflexión son las ideas diferentes, siempre que no se falte al respeto, lo cual no es el caso.
        Este Blog se enriquece por comentarios de personas que piensan diferente, porque donde todo el mundo piensa igual, nadie pIensa demasiado.
        El objetivo del pensamiento crítico no es reforzar mis creencias o las suyas o las del otro, sino precisamente confrontarlas.
        En este hilo han respondido muchas personas que no tienen los mismos puntos de vista, así que por la parte que me toca a mí, ningún comentario aquí sobra y todos suman y aportan.
        Un saludo!!

  7. Hola Eduardo.
    Gracias por tu respuesta y por dar espacio a mis opiniones. Es de verdad un auténtico gusto, sentir como alguien con ideas probablemente muy diferentes a las mías, no me niega, así sin más. Sinceramente te honra.
    Yo no he dicho en ningún momento que haya una falta de educación, pero si un tono despectivo que ya reconozco en el.
    En su caso y en base a otras conversaciones que hemos mantenido en diversos foros, no da lugar a que mi manera de pensar pueda aportarle nada a el, ni a nadie, y con eso, no puedo…
    Un saludo

    • Bueno, Íñigo, respeto su punto de vista, pero creo en realidad que Pablo no ha empleado un tono despectivo hacia su persona.
      Cuando se habla de honestidad intelectual, que creo que es por aquí donde usted se ha podido sentir molesto, el compañero Pablo está apelando a la coherencia o a la consistencia de lo que predica la persona con lo que hace.

      Esto es un argumento lícito ad hominem, nunca una falacia ad hominem y por lo tanto, la argumentación de Pablo cumple los requisitos básicos de una correcta argumentación.

      Como moderador del foro, y tal y como está explicitado en las normas del Blog, sólo bloquearé o censuraré aquellos comentarios que no cumplan los criterios mínimos de una argumentación razonable.

      Este espacio está diseñada para hacer un debate racional ideas, no necesariamente coincidentes, por lo que siéntase libre de exponer sus puntos de vista siempre que así lo desee y siempre que otro participante exprese una opinión diferente, y sea respetuoso, no lo tome como algo personal, sino precisamente como eso, puntos de vista diferentes, siempre saludables.

      Un saludo!

  8. Eduardo.
    Respeto tu manera de verlo, pero yo, si aprecio ese tono despectivo en sus palabras (no solo por su velada duda de mi honestidad) así que me tomo la libertad de no debatir con el.
    Por otro lado, agradezco nuevamente tu disposición respetuosa hacia mi.
    Un saludo

    • Perfecto, Íñigo. La libertad de expresión, también la de no querer entrar en algunos debates, siempre es bienvenida en este espacio, faltaría más.
      Un saludo

  9. Mire, Íñigo, voy a intentar ser claro y sincero. No sé si muy breve.

    Yo no quiero herirle. Tiene la opción de creerme o no creerme, desde luego. Tampoco creo que – declaración de intención aparte – lo esté haciendo (herirle). Otra cosa diferente es que usted se sienta herido, esto no puedo entrar a calibrarlo. No es la primera vez que he de hacerle esta aclaración y el motivo, bajo mi perspectiva, es porque tiende usted a caer en cierta retórica victimista, adjudicando a su interlocutor una actitud agresiva que reitero no asumir, ejerciendo acto seguido una conducta de evitación al debate. Recuerdo todas las veces que hemos coincidido en diferentes espacios online de debate y en la gran mayoría se ha producido esta secuencia a las primeras de cambio.

    No tengo ni idea del motivo que, según mi razonamiento, le lleva a usted a abrazar este recurso ni, en mi opinión, creo que sea relevante abordarlo aquí y ahora. Lo único que le comento es que no tiene por qué hacerlo si no quiere debatir, faltaría más, pero le ruego no recurra a lo que para mí vienen siendo subterfugios demagógicos que pretenden cubrir un vacío de refutación, tal y como yo lo interpreto.

    Zanjando por mi parte con esta primera parte, en mi descargo decirle que respeto su derecho a opinar, respeto su derecho a sentirse así y no niego que lo que usted dice que siente sea verdad, siendo laxos con el significado de «verdad», ciñéndome a su uso cotidiano y llevándolo fuera del terreno de lo correcto o incorrecto. Espero con gusto su réplica a esta interpretación mía si así lo cree conveniente. En lo que a mí respecta, procuraré revisar la modulación de mi tono en lo sucesivo si así se siente usted más cómodo y para el beneficio creo que de todos, viendo que ha enfatizado usted este aspecto en varias ocasiones y deduciendo que entonces es probable le parezca importante.

    Parte dos:

    Mi duda hacia su honestidad no pretende ser velada, todo lo contrario: actualmente es una duda en firme, transparente y sin dobleces. Pero antes de nada: esté usted tranquilo, no dudo de su persona, no dudo se su ser. Más allá de un juego de palabras, las personas somos pero no «somos». Las cosas son (sin comillas) bajo el paragüas de la cotidianeidad del ser en su sentido relacional. El coche es amarillo, la mesa es negra, el sofá es rojo. En cuanto a los seres humanos, somos aquello que se puede objetivar (alto, bajo, gordo, flaco, rubio, moreno) y nos permitimos la licencia de establecer otro tipo de atribuciones de relación al amparo de dicha cotidianeidad del ser no tan fácilmente medibles como los anteriores ejemplos, presos de las limitaciones del lenguaje. Pero «somos» mucho más: no se puede determinar el «ser» atribuyéndole una entidad justificada dentro de los límites de la lógica tradicional.

    En resumen: yo no sé si usted «es» deshonesto porque por un lado no sé definir el «ser» y por otro, a usted no lo conozco. Seguramente sea usted un fantástico hijo, marido, padre, jefe, hermano, compañero de trabajo, etc. Tan sólo interpreto conductas suyas dentro de un marco determinado, común a ambos, conductas que ya le digo que interpreto como deshonestas. Brevemente: la fundamentación detrás de esta interpretación pasa por el contenido de su canal, tanto audiovisual como escrito. Aclaro: no me refiero a la totalidad de las conductas ni a la totalidad del contenido. En buena medida los considero a ustedes, tomando la expresión prestada de Eduardo (no en alusión explícita a ustedes por su parte), gurús fragilizadores de pacientes. Y permítame decirle que no afirmo que esta sea su intención, algo que tampoco les eximiría de responsabilidad.

    Con esto doy por cerrada mi intervención al hilo de las conductas deshonestas que para mí se dan en su canal, pienso que no es necesario explayarme, sé que usted se hace una idea muy aproximada de mi criterio y no es mi deseo caer en un nuevo bucle en este espacio. En repetidas ocasiones les he rogado que reconsideren su línea de contenidos, no me hago cargo de si esto usted lo recuerda o no lo recuerda. Entiendo, eso sí, que quiera dar réplica a esta segunda parte y con mucho gusto estoy dispuesto a leerla.

    Parte tres:

    Entiendo y respeto su desacuerdo con lo que usted llama caracterización de los personajes de esta entrada, pero no estoy de acuerdo en su desacuerdo, ni lo estoy en ciertas proposiciones de carácter axiomático sobre las que sustenta el mismo. Parte usted en su argumentación diciendo:

    «No entiendo que uno sea peor que otro, son dos caminos válidos, espero, con un destino común»

    A pesar del sentido de constante confrontación que creo todos podemos convenir que tiene el texto, no lo interpreto como una dicotomía mejor-peor sino que más bien veo que se nos presentan arquetipos que forman su particular Tao. En cuanto al «juego» de estos arquetipos, bueno, seamos cautos, me parece un excelente ejercicio de aprendizaje, de entrenamiento del razonamiento y que nos ofrece poder contemplar con perspectiva el marco de referencia de nuestra profesión. Como decía en mi anterior intervención, una invitación a pensar con el autor. Pero, como dice Eduardo, son arquetipos, nos los tomemos a pies juntillas ni hagamos atribuciones absolutistas. Y más aún tratando de personajes de ficción de este calado, objeto de múltiples interpretaciones a lo largo de sus 4 siglos de historia. Quién en Quijote ve a un aventurero idealista, otro puede ver un loco y quién en Sancho puede ver simpleza, otro puede ver realismo y reflexión. Sepamos ubicar a ambos en el marco que en esta ocasión se nos propone.

    Dos caminos válidos, dice usted. ¿Qué es validez? Aún sin haber definido este concepto como para poder debatir sobre él, en mi opinión nuestro camino no es la validez, es aquel por el que debe discurrir cualquier acto en cualquier contexto terapéutico susceptible de ser revestido: el camino de la ética. No todo lo válido es ético, no todo lo que funciona es ético pero sí todo lo ético es válido aunque por desgracia muchas veces no nos funcione.

    Sigamos:

    «Intuyo, aun percibiendo tu intento de hacer un análisis imparcial y objetivo, que es una mirada propia de quién se sitúa al lado de los Pancistas.»

    Discrepo: no creo que el autor haya pretendido denotar imparcialidad ni objetividad. El texto viene a ser un elogio al Pancismo, como podemos intuir y como así se nos confiesa, por lo que la frase posterior a la coma se derrumba por sí misma. Si bien no creo que se sitúe al lado de los Pancistas sino que se dirige hacia el Pancismo.

    Continúa:

    «Esto, te incapacita por un lado a ver ciertos errores y desvaríos de tu postura polarizada y por supuesto te inclina a observarlos solo en la posición contraria»

    Quizá esta frase es la que ha despertado en mi una obligación moral a intervenir, justificada o injustificadamente. Antes de nada, informarle que habiendo reflexionado sobre el tono que quiero imprimir al trozo de texto que a continuación se plasma entre los dos puntos y el punto y aparte siguiente, y confiando en que no levante en usted susceptibilidad alguna, Íñigo, le digo: me parece un despropósito.

    Vamos a intentar abordarla de forma medianamente ordenada. Primeramente, se nos presentan confrontaciones, le repito, antagonismos, se confrontan opuestos, nada tiene que ver con una supuesta postura polarizada. Una postura no puede ser polarizada, dado que si está en un polo difícilmente puede estar en el otro, por lo tanto yo no hablaría de postura polarizada sino de visión confrontada. En el poker, permítame la licencia, un jugador polariza cuando juega débil sus manos fuertes y fuerte sus manos débiles, pero no puede jugar fuerte y débil a la vez ambas manos sino que puede o no puede desarrollar la habilidad de polarizar.

    Dejando a un lado el término «desvaríos», que no sé muy bien cómo abordar y que me produce estupefacción, no podemos pasar por alto la supuesta «incapacidad». Esta condición, según usted, parece devenir del hecho de que el autor se ponga «de lado de los Pancistas», utilizando como puente para esta conclusión la palabra: «Esto» y la coma que prosigue. Bueno, aventurándonos en una posible interpretación de lo que usted quiere decir, que se elogie una conducta arquetípica no invalida la capacidad de valorar con criticismo la misma ni a contener forzosamente sesgo alguno en detrimento de la otra.

    En cuanto a lo que prosigue, sobre la «querencia de verlo extremo al Quijote y Sancho como liberado y evolucionado», bien, veamos. Veo al fisioterapeuta quijotesco como a un idealista romántico, contra-viniente a los criterios de coherencia científica a los que habría de avenirse, y lo que a mi parecer no debe pasar desapercibido: este dardo también apunta hacia la «ortodoxia científica», cito textualmente. No sé si esto puede acercarse a lo que entiende usted por extremo. Con respecto a Sancho, no comprendo de qué, según usted, se ha liberado o hacia qué ha evolucionado. Lo interpreto más bien reflexivo, modesto, prudente y sencillo, cercano a la postura que el fisioterapeuta ha de desarrollar ante el paciente, en mi opinión. Si hablásemos de pilotos de Fórmula 1 o soldados de guerra probablemente les animaría a adherirse al quijotismo y no al pancismo.

    Dice usted que se podría hacer la misma lista y el resultado sería el mismo. Discrepo. Si hiciésemos la misma lista es altamente probable, por no decir seguro, que el resultado sería el mismo. Si lo que usted quiere decir es que «si hiciésemos el mismo ejercicio de hacer una lista y tomar ésta como punto de apoyo a una supuesta argumentación que elogie el Quijotismo», estoy de acuerdo.

    Casi para terminar, comenta sobre «un Quijote con la gracia de quien desde el contacto con la realidad, sigue solo a su instinto». Bueno, volvemos a interpretar al Quijote. Mi primer contacto fue un tebeo, lo veía como un personaje histriónico, valeroso y con gracia. Con el paso del tiempo tiendo a verlo con la tristeza del que contempla a un enajenado que ha perdido contacto con el mundo que la mayoría percibimos. Y, por cierto, habla usted de realidad. ¿A qué realidad se refiere? En cuanto al instinto, no lo veo definido en sus actos y menos que ese «instinto» tenga cabida en nuestra práctica clínica, sin querer negar con esto la heurística presente en la misma, pero asumiendo, no sé si erróneamente, que no te refieres a esto.

    En resumen, creo haber fundamentado (no sé con qué grado de torpeza o habilidad) tanto la cuestión de lo despectivo y de la honestidad. También confío en haber despejado mi alusión sobre sus dotes de ilusionista del lenguaje. Con «ínfulas poéticas» quise hacer referencia a lo que yo interpreto como su pretensión por expresarse en tono poético.

    Continuaré atento por si tiene a bien proseguir debate alguno, en especial sobre el tema de la entrada, confieso.

    Saludos.

    • Pablo, parece que te va la vida en atacarme.
      Yo sin embargo, dedico la mía a ser mejor hermano, amigo, marido, padre y fisioterapeuta y no a defenderme de ti.
      Tus ataques a mi honestidad hacen imposible cualquier debate.
      Fin de la conversación.

  10. Bueno, Íñigo, supongo que querrá decir que le parece a usted. Mire, es al contrario: me va la vida en no atacarle. A estas alturas ustedes son una bola de nieve y no tengo interés alguno en ponerme en su camino. Otra cosa distinta es que usted ejerza su libertad individual de comentar en esta casa y yo intente, con mayor o menor acierto, intentar rebatirle también desde mi libertad.

    Le reitero mi ruego de que deje de avenirse a la retórica del victimista, a mi juicio es más que evidente que me está posicionando en un rol de agresor que no estoy ejerciendo. Entiendo que esto le ofrece una puerta de salida fácil pero le digo de nuevo que no es necesario, con no responder si no lo desea es suficiente, pero entienda usted que si continúa utilizando este argumento falaz como escapatoria al debate es lógico que por mi parte continúe señalándolo.

    No le ataco, Íñigo, cuestiono su proceder en algunos casos, manifestando mi desacuerdo y rechazo a la línea de contenidos de su canal. Sobre la cuestión de honestidad, no dudo que usted esté siendo honesto consigo mismo, tan sólo le recuerdo que la honestidad es un compromiso que también ha de alcanzarse con los demás.

    Usted gestiona uno de los portales de «fisioterapia» con más influencia en el mundo de habla hispana, que además crece a un ritmo vertiginoso. Usted es sobradamente conocedor de las críticas que suscita en parte de nuestro colectivo, también por parte de los expertos de nuestro país. No pretendo con esto justificar un argumento ad populum ni ad verecundiam, las críticas han sido fundamentadas en repetidas ocasiones por parte de dichos expertos, y con «parte de nuestro colectivo» quiero decir que hay un sector preocupado por el abanderamiento de la fisioterapia del que ustedes hacen gala y cuya preocupación razonada también ha trascendido.

    De momento lo dejo aquí, valoro mi tiempo, Íñigo, y no tengo claro de que vaya a usted a refutar mis argumentos expuestos hasta ahora aquí y en mi anterior intervención o si por el contrario va a optar por seguir tomando las de Villadiego.

    Saludos.

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